Cuando enseñamos podemos impartir el conocimiento buscando que nuestro alumno aprenda una habilidad, adquiera un conocimiento. También podemos ir un poquito más profundo… buscando que se replantee la forma de ver el mundo, “abrir la cabeza”, “abrir los ojos”.
Educar para trascender es enseñar a encontrar en cualquier conocimiento un saber que posee el sentido de elevar al ser humano a un plano de pensamiento más reflexivo, pero al mismo tiempo con un sentido de la practicidad tal, que lo lleve a aplicar aquello que aprendió en cada segundo de su vida.
Cuando enseñamos con el propósito de que nuestro hijo, alumno o quien fuera que está aprendiendo con nosotros, pueda trascenderse a sí mismo nos obligamos a nosotros mismos también a ello, convirtiéndose entonces esa relación en un vínculo maravilloso en donde dos personas, en búsqueda del conocimiento intentan elevarse por sobre lo cotidiano.
Cuando educamos para trascender, nos trascendemos.
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